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Una dosis de dolor

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13 Le dediqué meses en las charla con mis amigas. Me preguntaba una y otra vez qué era lo que había hecho mal para que se enamorara de otra y no de mí. Me torturaba con cuestionamientos que no tenían respuesta. Le dediqué insultos, estados de Facebook, mi ego completo y unas cuantas poesías. Hubo una noche especial en la que dormir se me hizo imposible; daba vueltas en la cama, cambiaba de lugar la almohada, prendía y apagaba la tele, subía las piernas y las bajaba. Necesitaba dormir una semana entera, pero mi mente siempre se caracterizó por la rebeldía, y cuanto más le ordeno, menos hace. Revoleé el despertador ofuscada. Me senté y miré el cuaderno y la lapicera que había sobre mi escritorio. Y no lo dudé, fue automático. Empecé a escribir bitácoras sin parar. Había pasado una hora y yo seguía en esa actividad como si una parte de mí lo necesitara. Llené unas diez hojas. Y aunque no se podían leer con facilidad, así estaban también mis pensamientos: confusos. Odiaba al mu

CONSCIENCIA DESPIERTA

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Consciencia Despierta es un espacio de reflexión que invita a observarnos y dejar de lado conductas tóxicas. Consta de una parte teórica en donde se tratan temas como: autoboicot, culpa, envidia, vínculos, inteligencia emocional, miedos, vergüenza, perfeccionismo, autoestima y objetivos (entre otros) y otra práctica, en donde mediante ejercicios de escritura, ludicos, y con humor vamos haciendo conscientes algunas conductas y patrones para convertirte en agente de cambio y activar tu mejor versión. Buenos aires: 12 de Enero de 10 a 16 hs. Barrio Congreso, capital federal. Montevideo: 29 de Diciembre 15 a 19:30. Barrio Buceo.

Maldita piel

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12 Un año y medio atrás viví una historia de amor intensa, de esas que una desconoce cómo es que llegan a convertirse en lo que son. Aquella historia nunca logró reunir los requisitos para ser una relación con “título”: no cruzó la barrera familiar, tampoco alcanzó la aceptación de mis amigas; no había una estructura sólida, no seguíamos rutinas ni hacíamos actividades de pareja. Y lo más significativo: no había sentimientos recíprocos. Todo esto me generaba descontento, pero a pesar de estar disconforme, duró casi un año. Y eso me hizo cuestionarme: ¿cómo pude estar durante tanto tiempo en un lugar que no me resultaba confortable? Si lo único que teníamos era piel. Nada más y nada menos. Eso era todo que me podía dar. Había empezado bien, mentalizada en que fuera una especie de hobby, algo ocasional, ostentando una actitud canchera, como de “perreo” hacia la vida. Luego no sé qué me pasó, pero de pronto se había convertido en mi actividad principal. Dejé de tener control y, encim

Máscaras

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11 El viaje cambió la perspectiva de mi mundo, me dio vuelta patas para arriba, como diría el gran Galeano. Volví sintiéndome nueva, pero pesada. Los primeros días fueron euforia, anécdotas, reuniones, mates y regalos. Un mes de estímulos es suficiente como para no querer regresar a la rutina. Pero después descargar tanta emoción, una sensación extraña comenzó a aflorar dentro de mí. Me golpeaba de vez en cuando, y con el correr de las horas empezó a hacerse más presente. Los días parecían más largos y mi mente me torturaba: “¡Retrocediste! Viviendo de nuevo en lo de mamá, ¡ja!”, la oía decir cuando andaba con la guardia baja. No lograba hallarme, lloraba a escondidas por cualquier cosa. No sabía cómo adaptarme de nuevo a mi cama de la infancia, pensaba en mi ex sommier, en mi monoambiente, en mis cuadros y en el palo santo que prendía todas las mañanas, y entonces deseaba con todas mis fuerzas volver a esas cosas. Las dos veces que de chica mi vieja me encontró llorando

Libertad

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10 ¿Qué pasa si vendo todo lo que tengo? ¿Qué pasa si me despojo de todo? Esas fueron las preguntas que desencadenaron mi viaje. Mi cuerpo me lo pedía, necesitaba irme lejos, sola, o no tan sola: conmigo. Hace unos años me quedaban tres materias para recibirme de licenciada en Administración, y ahora también, porque nunca me recibí. Ese día estaba en mi monoambiente, mirando fijo los resúmenes de Teoría de la Decisión, y de pronto sentí que, por primera vez, iba a aplicar algo de todo lo que había estudiado.  Había estado toda la semana buscando pasajes. En eso, encontré una oferta a Barcelona, agarré mi tarjeta de crédito, que me había prometido no usar nunca más (después de la deuda que tuve que levantar, lo cual significó vivir a arroz con huevo durante seis meses), salvo que fuera muy necesario. Esto era necesario. Sabía que no era un capricho, creo que por primera vez necesitaba de verdad lo que estaba a punto de comprar. Me temblaba la mano del mouse, pero era tan fuerte

Sin experiencia

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9 Mi primer trabajo lo conseguí cuando egresé de la secundaria. Imprimí veinte currículums “sin experiencia” y me fui a caminar por la calle Santa Fe. Me quería ir de vacaciones con mis amigas, pero eso dependía de poder pagar mi parte del alquiler. Me llamaron de tres locales: uno de zapatos para hombre, otro de accesorios y otro de ropa femenina. Fui a las tres entrevistas, con el objetivo de detectar cuál sería la opción menos explotadora.  No pude encontrar diferencias. Finalmente me decidí por el de ropa, ya que tenía algunas ventajas (entre ellas, quince minutos más de almuerzo) y porque, a simple vista, la encargada parecía tener algo de bondad.  Trabajé un mes, por las Fiestas, pero pareció un año entero. Los días no tenían fin. Me paraba al lado de la mesa del medio a esperar que la gente entrara, y entonces la encargada, con su particular voz, empezaba: “No estés quieta”, “doblá la ropa”, “acomodá las perchas”. Incluso cuando ya no había nada más que acomodar, teníamos

El juego de la energía

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8 Hace unos meses, en abril, cumplí 29. Soy de Aries, pero no creo en el horóscopo. Y no sé si creo en Dios. Tampoco sé si creo en mí. Pero hay algo en lo que sí creo: en las hadas. Mi mamá me las presentó a los cinco años y me dormía pensando en ellas, deseando algún día cruzarme con una. En la primaria una compañera me decía que no existían, y yo defendía mi postura con argumentos mejor que un político. Una vez me citaron en la dirección porque la pelea terminó con un tirón de pelo, todo por defender a las hadas. Todavía me río cuando me acuerdo de eso. Lo loco de la vida es que me cruza con personas que están peor que yo. Mi amigo Pablo, con casi 30 años, asegura que existen los unicornios. Pienso que la partida de mi papá me conectó con algo que estaba latente. Siempre sentí atracción por lo místico, por lo que no podía explicar desde la razón. El ratón Pérez era uno de mis dioses. Me arrancaba los dientes con un hilo atado a un picaporte (eso se usaba en mi época) s